A hard day's night!

O qué noche la de aquel día, que fue como se tradujo en Spain-is-different. Las cosas ya pintaban mal cuando me enteré de que habían cortado el RER durante todo el finde y que moverse desde Maisons-Laffitte era una auténtica odisea. Habíamos quedado en casa de Birgit sobre las ocho, para cenar e irnos juntas a París, porque ir sola en cercanías a partir de las 22 no es nada recomendable. Nada más llegar, Shanon nos pregunta que si llevamos algo de alcohol. Saray y yo nos quedamos de piedra: alcohol? pero si son las ocho de la tarde! Nos dice que no pasa nada, que ella ha comprado bastante. Abre la mochila y saca una botella de whisky-marca-la-gaviota, una de licor de manzana, seis latas de Orangina, cuatro de Smirnoff Ice y dos litros de Coca-Cola. Nosotras no dábamos crédito. Cenamos y nos quedamos un rato de charla, haciendo tiempo porque Shanon nos había dicho que había quedado a las doce y media en Campos Elyseos con unas amigas para ir a una discoteca; ok, allá vamos. Las amigas en cuestión resultaron ser cinco niñatos parisinos, pijos, babosos e insufribles, que nos llevaron a una discoteca super cool que nos iba a encantar. La primera sorpresa, en la puerta: para que nos dejen pasar poco menos que tuvieron que suplicarle al portero, que nos preguntó si teníamos papeles (usted no ha oído hablar de la UE, por un casual?) y que al final cedió, casi como un favor extraordinario. Entrada, 20 euros más otros 2 de ropero, porque es obligatorio dejar el abrigo, no hay discusión posible; eso sí, con derecho a una consumición. Menos es nada.
Los franceses se van directos a la barra y vuelven con una copa de champán cada uno. Saray y yo todavía estábamos intentando digerir los 20 euros de menos que teníamos por entrar en aquel antro cuando nos dijeron que pidiéramos algo. Ron-cola y ron-limón, esto no puede fallar, el ron siempre es ron y la fanta siempre es fanta... o no. El ron era Bacardi, blanco, para más señas y el limón, recién exprimido. Vamos, acidez en estado puro, era como comerse un limón a bocaos...
El resto de la noche pasó sin pena ni gloria: bailamos canciones infernales, escapamos como pudimos de las garras de los franceses, porque son unos babosos que se tiran encima de cualquier cosa y nos quedamos de piedra cuando los niñatos nos dijeron que se iban a las tres y media. Nosotras no nos podíamos ir hasta el primer tren, que es a las seis, así que nos quedamos dentro de aquel antro hasta las cinco, momento en que fuimos a tomar un chocolate caliente para hacer tiempo. La noche completamente muerta; Saray y yo totalmente despejadas y las otras tres agonizando de sueño. Nos resignamos a nuestra mala suerte y a las cinco y media empezamos a caminar hasta el RER. Y cuando pasamos delante del Queens...
Cuando pasamos delante del Queens vemos salir a un grupo de gente que dice: foto, foto! Y luego: di paaataaaataaaa. Frenamos en seco. Españoles!! En París!! Hablamos un rato con ellos y les dijimos a las chicas que nuestra noche no había hecho más que empezar, que nos quedábamos. Dicho y hecho.
A las diez de la mañana entraba por la puerta de casa, me tomaba un tazón de leche con cereales y a dormir.

PD: Hoy nos toca cumple de nuevo: Felicidades, Piliña! Un besazo